martes, 25 de mayo de 2010

Las enseñanzas del dios de la lluvia.

Un día, el elefante le dijo al dios de la lluvia:
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- Te sientes muy orgulloso de haber cubierto de verde la tierra, pero si yo arrancara toda la hierba y todos los árboles y arbustos, ya no quedaría nada verde. ¿Y qué harías entonces?
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El dios de la lluvia replicó:
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- Si yo suprimiera la lluvia, tampoco habría nada verde, ni tú tendrías nada que comer. Y entonces, ¿qué?
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El elefante, a golpes de trompa, arrancó todos los árboles, los arbustos y la hierba, para destruir todo el verdor de la tierra.
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El dios de la lluvia hizo que dejara de llover y pronto el desierto se extendió por todas partes.
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El elefante se moría de sed; excavó en los lechos de los ríos, pero no encontró nada de agua. Por fin, se dio por vencido e imploró al dios de la lluvia.
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- Señor, he pecado. Fui soberbio y me arrepiento. Por favor, no lo tengas en cuenta. Haz que llueva.
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El dios de la lluvia permaneció callado.
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Los días fueron sucediendo, uno tras otro, cada cual más abrasador que el anterior.
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El elefante envió al gallo para que intercediera por él ante el dios de la lluvia.
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Después de mucho buscar, el gallo encontró al dios de la lluvia escondido detrás de una nube y le suplicó que hiciera llover, con tanta elocuencia que el dios se ablandó y prometió enviar algo de lluvia.
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Así lo hizo y la lluvia formó una charca cerca de la casa del elefante.
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Ese mismo día, el elefante salió a comer al bosque y le encargó a la tortuga que vigilase el agua, con las siguientes palabras:
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- Si alguien viene a por agua, le dices que es mi reserva personal y que nadie puede beber de ella.
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En cuanto el elefante se marchó, acudieron numerosos animales sedientos, pero la tortuga no les dejó beber.
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- Esta agua pertenece a Su Alteza el Elefante; no podéis beber de esta charca.
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Pero cuando llegó el león, no pareció muy impresionado por estas explicaciones. Miró a la tortuga y le dijo que se apartara, y se puso a beber hasta saciar su sed. A continuación se marchó sin hacer comentarios.
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Los demás animales, animados por su ejemplo, se acercaron a beber.
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Cuando regresó el elefante, no quedaba nada de agua en la charca. Muy indignado, riñó a la tortuga por no haber cumplido con su deber.
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La tortuga intentó explicarse.
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- Señor, no soy más que un animal pequeño y los demás no me tienen respeto. Vino el león y me echó a un lado. ¿Qué iba a hacer yo? Todos bebieron hasta hartarse.
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Furioso, el elefante levantó su pata y la dejó caer sobre la tortuga, con intención de aplastarla. Por suerte, su caparazón la protegió, pero desde entonces está aplastado por debajo.
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De pronto, todos los animales escucharon la voz del dios de la lluvia, que dijo:
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- No sigáis el ejemplo del elefante. No desafiéis a alguien más poderoso, ni destruyáis lo que luego podáis necesitar; ni encarguéis a alguien más débil que vigile vuestras pertenencias, ni castiguéis a un servidor inocente. Y sobre todo, no seáis orgullosos ni tratéis de quedaros con todo. Dejad que los necesitados compartan vuestra buena suerte.
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Cuento Masai.
El libro de los cuentos del Mundo.
Editorial Integral.
Recopilación de Guillermo López.

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