Hace ya poco más de un siglo, concretamente un 8 de Marzo de 1.908, tuvo lugar un suceso espeluznante en la ciudad de New York, en Estados Unidos. Un grupo de mujeres se encerraron en la fábrica en la que trabajaban protestando por los bajos salarios que recibían y por las miserables condiciones laborales que tenían. En un alarde de totalitarismo, se lanzaron una serie de bombas incendiarias que provocaron la muerte de 146 mujeres que protestaban por una causa justa. Quizá desde este suceso, el Mundo empezó a tener conciencia de que la mujer debía ser igual al hombre en todo. Pero también hay muchos antecedentes históricos por esta lucha de igualdad. Desde la antigua Grecia hasta las mujeres parisienses de la Revolución Francesa que pedían libertad, igualdad y fraternidad, reclamando el derecho al voto.
Desde aquel triste episodio de la fábrica de New York el Mundo ha dado muchas vueltas (aunque todavía tiene que girar mucho más) permitiendo un gran avance en el derecho inexcusable que tienen las mujeres. Actualmente, las mujeres tienen derecho al voto, a la propiedad privada, a una educación en igualdad de condiciones, a un trabajo remunerado, a puestos de relevancia política, judicial y administrativa, en definitiva, a su libre forma de pensar y no estar subyugada a criterios que le son impuestos.
Con los derechos y la igualdad de la mujer la sociedad actual ha dado un gran cambio que, pese a quien le pese, ha sido profundamente positivo. Se han eliminado esquemas sociales y se han adoptado otros que permiten un desarrollo en igualdad de condiciones y de oportunidades porque, en definitiva, todas y todos conformamos la sociedad y esto es lo que nos hace avanzar pues así compartimos ideas y puntos de vista que redundarán en un futuro próspero e ilusionante.
Pero también hay que añadir muchas cosas negativas que todavía hay que mejorar. Aún hay mujeres que reciben menos salario desempeñando la misma labor que un hombre, se les pregunta sobre su vida privada en entrevistas de trabajo, tienen limitado su desarrollo profesional, en ocasiones no cuenta su opinión. Con estos escollos una sociedad como la nuestra, que presume de avanzada, no logra un equilibrio racional que permita el avance de todos.
¿Y qué podemos hacer para evitar estas últimas cosas? Mucho. Entre otras, te mencionaré algunas:
- La casa no es un segundo lugar de trabajo: las responsabilidades han de ser compartidas por igual.
- La educación de los hijos no corresponde a las madres: los padres tienen que estar implicados por igual.
- Estamos en el siglo XXI: la mujer tiene derechos reconocidos y hay que respetarlos y aceptarlos, y en caso de incumplimiento, hay que reclamarlos.
- La jornada laboral debe ser respetada y, en ningún caso, prolongada. Hay unos horarios establecidos y deben cumplirse.
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- En el trabajo, la mujer, al igual que el hombre, tiene derecho a decir no cuando se le hagan peticiones que no les compete a sus funciones.
Todos los procesos de cambio exigen un compromiso por parte de todos. Ya va siendo hora que todos nos impliquemos UN POCO MÁS.