viernes, 19 de febrero de 2010

Peligro en el mar.

Esta es la historia de un caballito de mar que vivía con su familia en una zona del océano bonita y tranquila, rodeado de corales, erizos de mar, cangrejos y todo tipo de peces y plantas acuáticas.
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Su vida transcurría plácidamente hasta el día en que el delfín Bailón les dio una noticia muy preocupante. El delfín convocó a los animales marinos de aquella zona a una reunión y cuando todos llegaron les dijo:
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- Amigos, vengo de explorar los límites de nuestro territorio y traigo una horrible noticia. Hay una gran mancha negra en el mar que muy pronto, si los vientos cambian, llegará hasta aquí en dos días.
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Todos se miraron entre sí preocupados por la noticia. Debían hacer algo inmediatamente.
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Quino, el caballito de mar, tenía un gran amigo, un cangrejo ermitaño que se llamaba Casiniro con el que a menudo jugaba al escondite, pero ese día en vez de jugar se pusieron a comentar la terrible noticia.
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- Menuda desgracia - decía Casiniro -, no sé qué va a ser de nosotros, seguramente moriremos todos.
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Pero el caballito Quino era más optimista y le contestó:
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- Bueno, no es para tanto, gracias al delfín Bailón lo hemos sabido a tiempo. Por lo menos tenemos dos días antes de que la mancha llegue hasta aquí. Tenemos que pensar en alguna solución.
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Mientras estaban pensando en silencio oyeron llorar a alguien y, buscando de dónde procedía aquel llanto, se encontraron con la ostra Peladura.
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- ¿Qué te pasa, Peladura, por qué lloras? - le preguntaron.
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- Voy a morir muy pronto, no hay solución para mí porque no puedo moverme tan rápido como ustedes - contestó.
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El caballito Quino la animó.
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- No te preocupes, Peladura, nosotros te ayudaremos, seguro que se nos ocurre algo.
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Quino pensaba que todos los problemas tienen solución, así que cuando aparecía un problema se ponía a pensar en lugar de desesperarse, como hacían otros. En cambio, el cangrejo Casimiro, ante un problema, pensaba que no había solución y se hundía en la desesperación.
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El caballito Quino decidió dar un paseo para pensar mejor y descubrió que unos lloraban creyendo que no podían hacer nada y otros pensaban para encontrar soluciones, igual que él. Sin darse cuenta se alejó bastante de su zona y oyó que alguien le llamaba.
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- Quino, ¿qué haces tú por aquí? Estás muy lejos de tu casa.
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Era el delfín Bailón, el que les había dado la fatal noticia.
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- Estoy pensando. Quiero encontrar alguna solución para podernos ir todos antes de que llegue la mancha negra - contestó él.
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- Pero, Quino, sabes que algunos animales y plantas no se pueden ir de donde están, les llevaría muchísimo tiempo desplazarse.
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El caballito Quino no se dio por vencido y siguió pensando mientras se dejaba llevar por el ritmo del agua.
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- Tú eres muy grande, delfín Bailón, y yo soy muy pequeño y no puedo llevar a nadie encima, pero tú sí.
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El delfín le escuchaba con atención mientras pensaba que quizá era una buena idea.
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- La ostra Peladura, el cangrejo Casiniro y otros animales y plantas que no pueden moverse podrían ponerse en cima de ti. Y como eres muy rápido nadando seguro que podrías dar varios viajes y, así, salvar a muchos animales y plantas.
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El delfín sonrió: sí, aquella era una buena idea, y pediría a los otros delfines y a las ballenas que hicieran lo mismo. Al momento, sin esperar más, se fue nadando en su busca lo más deprisa que pudo.
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Quino y Bailón regresaron muy contentos a dar la noticia a sus amigos.
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- ¡Peladura, Casimiro, el delfín Bailón nos llevará muy lejos de aquí antes de que llegue la mancha negra!
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Todos gritaron de alegría y aplaudieron al delfín, que se sintió muy feliz de poder ayudar.
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Al día siguiente, mientras el sol salía por encima del mar, un grupo de delfines y ballenas se concentraron en la zona y fueron cargando a todos los animales y plantas que podían.
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Al atardecer estaban muy cansados de tanto viaje de aquí para allá pero satisfechos de haber salvado a sus compañeros y amigos.
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Ahora se ve jugar juntos al caballito Quino y al delfín Bailón en una zona del océano de aguas limpias y cristalinas, y a la ostra Peladura conversando con el cangrejo Casimiro recordando la historia de aquella mancha negra que un día amenazó sus vidas. Y lo más curioso es que los dos acaban riéndose y repitiendo a coro: “Cuando hay un problema siempre hay una solución”. Eso fue lo que aprendieron aquel día, y no lo olvidarán jamás.
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Begoña Ibarrola
Cuentos para sentir. Educar las emociones.Editorial SM.

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