Una noche de invierno, la señora Sexton estaba sentada junto a la chimenea con su gran gato negro, el viejo Tom, al otro lado, ambos adormecidos y a la espera de que regresara a casa el marido. Esperaron y esperaron, pero el hombre seguía sin llegar, hasta que finalmente entró corriendo y gritando “¿Quién es Tommy Tildrum?” con tanto frenesí que su esposa y el gato se quedaron mirando con la esperanza de saber qué sucedía.
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- ¿Por qué? ¿Qué sucede? - dijo su esposa -. ¿Y por qué quieres saber quién es Tommy Tildrum?
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- ¡Oh! No te imaginas qué me ha pasado… Estaba cavando donde está la tumba del viejo Fondyce cuando supongo que me debo de haber quedado dormido y no me he despertado hasta oír el maullar de un gato.
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- ¡Miau! - dijo el viejo Tom a modo de respuesta.
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- Sí, así. Así que he mirado al extremo de la fosa y ¿qué crees que he visto?
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- ¿Y cómo esperas que lo sepa? - respondió la mujer de Sexton.
- Nueve gatos negros como nuestro Tom, todos con una mancha blanca en el pecho. ¿Y a que no sabes qué llevaban? Un pequeño ataúd cubierto con un paño de terciopelo negro, y sobre el paño se veía una pequeña corona dorada, y cada tres pasos, gritaban todos a una “¡Miau!”.
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- ¡Miau! - repitió el viejo Tom.
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- Sí, así - dijo Sexton -. Y conforme se acercaban y estaban cada vez más próximos de donde yo me hallaba, pude verlos más claramente, porque sus ojos relucían con una especie de luz verde. Bueno, todos llegaron donde yo estaba. Ocho transportaban el ataúd, y el mayor de todos caminaba por delante como…Mira a Tom. ¡Mira cómo me obseva! ¡Parece como si supiera de qué estoy hablando!
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- Bueno, como te decía, se acercaban hacia mí lenta y solemnemente, y cada tres pasos gritaban a coro “¡Miau!”.
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- ¡Miau! - dijo de nuevo el viejo Tom.
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- Sí, así, hasta que estuvieron frente a la tumba de Fordyce, donde yo me encontraba, y entonces quedaron quietos y me miraron de frente. Me sentí extraño. ¡Ya lo creo! Pero mira a Tom. ¡Me está mirando del mismo modo que lo hicieron ellos!
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- Sigue, sigue - dijo su esposa - . No te preocupes por Tom.
- ¿Por dónde iba? ¡Ah! Se quedaron mirándome, y entonces el que no transportaba el ataúd dio un paso adelante y, mirándome fijamente, me dijo… Sí, te lo aseguro, me dijo con una voz chillona: “Dile a Tom Tildrum que Tim Toldrum ha muerto”, y por eso te he preguntado si sabías quién era Tom Tildrum, porque si no, ¿cómo esperan que le diga a Tom Tildrum que Tim Toldrum ha muerto si no sé quién es Tom Tildrum?
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- ¡Mira a Tom, mira a Tom! - exclamó su mujer.
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Y más valía que así lo hiciera, porque Tom se estaba hinchando y Tom le sostenía la mirada y, finalmente, Tom gritó:
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- ¿Cómo? ¿El viejo Tom ha muerto? ¡Entonces yo soy el Rey de los Gatos!
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Y corrió chimenea arriba y nunca más lo volvieron a ver.
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Joseph Jacobs.
Cuentos de miedo.
Sólo para jóvenes intrépidos .
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Editorial Juventud.