Siete reglas para pasar de ser buenos padres para ser padres brillantes.
1. Los buenos padres dan regalos, mientras que los padres brillantes dan todo su ser. .
Este hábito de los padres brillantes contribuye a desarrollar en sus hijos: autoestima, protección emocional, capacidad de manejar la pérdida y la frustración, y de filtrar los estímulos estresantes, de dialogar, de escuchar. .
2. Los buenos padres alimentan el cuerpo, mientras que los padres brillantes alimentan la personalidad.
Este hábito de los padres brillantes contribuye a desarrollar en sus hijos: seguridad, capacidad de liderazgo, de reflexi6n, coraje, optimismo, la superación del temor y la prevención de conflictos.
3. Los buenos padres corrigen los errores, mientras que los padres brillantes enseñan a pensar.
Este hábito de los padres brillantes contribuye a desarrollar en sus hijos: conciencia crítica, capacidad de pensar antes de reaccionar; fidelidad, honestidad, capacidad de cuestionar y responsabilidad social.
4. Los buenos padres preparan a sus hijos para el aplauso, mientras que los padres brillantes los preparan para el fracaso.
Este hábito de los padres brillantes contribuye a desarrollar en sus hijos: motivación, audacia, paciencia, determinación, capacidad de sobreponerse y la habilidad de crear y tomar ventaja de las oportunidades.
5. Los buenos padres hablan, mientras que los padres brillantes dialogan como amigos.
Este hábito de los padres brillantes contribuye a desarrollar en sus hijos: solidaridad, compañerismo, placer de vivir, optimismo e inteligencia interpersonal.
6. Los buenos padres dan información, mientras que los padres brillantes cuentan historias.
Este hábito de los padres brillantes contribuye a desarrollar en sus hijos: creatividad, inventiva, astucia, razonamiento esquemático y capacidad para encontrar soluciones en situaciones tensas.
7. Los buenos padres dan oportunidades, mientras que los padres brillantes nunca se rinden.
Este hábito de los padres brillantes contribuye a desarrollar en sus hijos: respeto por la vida, esperanza, perseverancia, motivación, determinación y capacidad de cuestionarse a si mismos, de superar los obstáculos y fracasos.
Los niños no necesitan padres gigantescos, sino seres humanos que hablen su lenguaje y que sean capaces de penetrar en sus corazones.
Extracto del libro “Padres brillantes, maestros fascinantes”.
Autor: Augusto Cury.